LA CÁMARA-Avances sociales y tecnológicos, tras una década del sismo en Chile
El pasado jueves 27 de febrero se
conmemoró una década, del movimiento telúrico y posterior tsunami con mayor
intensidad registrado en Chile, el mismo que dejó 2.000.000 millones de
damnificados y más de 521 fallecidos, afectó a 230 comunas, 370
mil hogares afectados, 133
hospitales y 6.168
establecimientos educacionales dañados.
Este suceso ha dejado un aprendizaje significativo en la sociedad chilena, la cual en aquel momento no estaba lo suficientemente preparada para enfrentar una catástrofe de tal magnitud. Demostró que las catástrofes naturales no solo dañan edificaciones; que la naturaleza puede destruir pueblos y ciudades, dejó en evidencia la fragilidad del país en materia sísmica, la poca cultura de la sociedad al respecto y la ineficacia de las autoridades nacionales para alertar sobre la catástrofe.
Hasta el año 2011, las construcciones de edificios en Chile se regían por la Ley General de Urbanismo y Construcciones y la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, sobre Diseño Sísmico de Edificios, aprobada en 1996 y modificada en 2009. El terremoto del 27 de febrero impulsó una renovación importante en esta normativa.
“Se aprobó el Decreto Supremo DS61, un documento técnico que modifica y complementa las disposiciones del Decreto Supremo 117 vigente en 2010. El cual modifica los factores de seguridad y los estándares de diseño sísmico de los edificios, a partir de la información obtenida de los daños que ocasionó el sismo del 27 febrero”, comentó Gabriel Candia.
Entre los cambios más destacables están: una mejor clasificación sísmica del tipo de suelo donde se emplazará la edificación, y espesores mínimos para los muros y un confinamiento de los extremos de los mismos en nuevas construcciones.
Otro desarrollo significativo en ingeniería sísmica es un proyecto que comenzó en 1996 pero no había sido replicado ampliamente hasta el 2010. Se trata de dos técnicas: aislamiento sísmico y disipación de energía. Para los edificios más “grandes y pesados”, explicó Juan Carlos De la Llera, decano de Ingeniería de la Universidad Católica, se prefiere la primera técnica, mientras que en aquellos más altos y “esbeltos” (edificios sobre 20-25 pisos), la segunda.
Con el aislamiento sísmico, en vez de conectar el edificio a las fundaciones rígidas, al suelo, se lo conecta con un elemento flexible. Es decir, el suelo se mueve, pero el edificio se queda quieto.
Estas normativas optadas por Chile después de la problemática surgida el 27 de febrero del 2010, nos deja como aprendizaje a los ecuatorianos a incrementar medidas ante las futuras catástrofes que puedan surgir, como lo fue el sismo del 16 de abril del 2016.